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Desigualdad y desarrollo

Publicado: 2011-06-19

Publicado en www.gestion.pe el 13 Set 2010

La persistencia de la desigualdad social incluso en periodos de alto crecimiento económico (como los registrados en los últimos años en el Perú) no es solo un problema ético o moral, sino económico. La desigualdad es el resultado de una mala distribución del ingreso y de la riqueza que resulta del crecimiento económico, pero al mismo tiempo es la causa del retraso en el bienestar y desarrollo humano, que es el objetivo final de la economía y sin el cual siempre estarán latentes los conflictos sociales.

Había abundantes indicios de esta última causalidad, pero hoy puede afirmarse que efectivamente es así. El desarrollo humano en el Perú disminuye en 19% (que es a la vez el promedio en el que disminuye en la región) cuando se incluye la desigualdad en la medición, como lo hace el último índice elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

Las implicancias son evidentes. La política social que se viene aplicando en el país, con todos sus avances y buenos resultados, no es suficiente. Si bien la pobreza y pobreza extrema (monetarias) disminuyeron en esta década (de 55% a 35% y de 24% a 12%, respectivamente), la desigualdad, medida por el índice de Gini, no ha variado mucho (se mantiene en 0.5, en un rango donde 1 es total desigualdad y 0 buena distribución).

Y es que no se trata solo de aumentar el presupuesto de los programas de lucha contra la pobreza extrema (pasó de S/. 3,370 millones en el 2001 a S/. 6,865 millones en el 2009) sino de cambiar el enfoque considerando las necesidades de la familia a partir de una estrecha relación con ellas. Ello implica abordar el tema más difícil, que es el de "enseñar a pescar", en lugar de dar pescados, como mayormente ocurre hoy.

Es decir, hay que caminar desde programas que fundamentalmente siguen siendo asistencialistas, hacia otros que transfieran capacidades productivas y conocimientos a la población pobre para que esta pueda generar sus propios ingresos y, sobre todo, mantenga su libertad de elección.

Es posiblemente en esto último donde radica el mayor entrampamiento. En un país como el nuestro, donde el 35% de la población es pobre y recibe algún tipo de asistencia social y a la vez es la población que ha decidido el resultado de las elecciones generales en los últimos procesos, será muy difícil superar la adicción a programas sociales asistencialistas que generan réditos políticos.


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